25 de Abril de 2024

-PAN: el riesgo de las cuentas alegres 

Por Óscar Mario Beteta

El Partido Acción Nacional está haciendo cuentas alegres con indicadores falsos sobre el resultado de los comicios del pasado 5 de junio. Y lo lamentable es que todos, especialmente los priístas, lo están dejando. Es el precio de haber olvidado la historia. 

Su inesperado triunfo circunstancial, que a los primeros que dejó sorprendidos fue a los panistas, no deriva centralmente de un voto de castigo al PRI, si bien tiene amplios fundamentos en la deleznable corrupción a la que se han entregado algunos gobernadores de ese partido. Toda la gente está harta y cansada de ese cáncer.

Asumir que la derecha se reposicionó, con lo que se adelanta a vender la idea de que en 2018 regresará a la Presidencia de la República, va más allá de la coyuntura en que ganó siete de las 12 gubernaturas que se disputaron. Eso sin duda lo favorece, pero sentirse de nuevo en Los Pinos es un exceso.

Afirmar que el PRI no obtuvo más ganancias por la iniciativa presidencial en la que se propuso la legalización de los matrimonios igualitarios, eufemismo para disfrazar la unión entre personas del mismo sexo, es una falacia.

Los votantes del PAN, al menos la mayoría, no eran cautivos, no son producto de lealtades, no fueron cooptados. Ejercieron libremente su voto. Entre esos miles debe haber militantes de todos los partidos que bien podrían conformar el Partido de los Inconformes.

¿O puede razonablemente sostener alguien que ese grupo que favoreció esta vez al PAN lo volverá a hacer en lo sucesivo? Esas son las cuentas alegres que podrían llevarlo a una decepción en 2018. Sobre todo si quienes se han encumbrado siguen siendo lo malo o muy malo que han sido.

Si la ciudadanía llevó a más candidatos del PAN al poder esta vez fue porque es católico-cristiana, antes que panista. Dentro de esta religión, el casamiento para los mexicanos entre un hombre y una mujer es una creencia fija, inamovible, sagrada, que debe mantenerse inalterada y eterna. Es, simplemente, la naturaleza de las cosas.

Históricamente, el PAN, vinculado a la Iglesia, entendida como la estructura burocrática que maneja a placer e interés propio la religión cristiana, ha rechazado el aborto, el uso del condón, el control natal, la eutanasia, la pena de muerte, sobre la premisa de que la vida comienza desde el momento mismo de la concepción y de que nadie puede atentar contra ella.

Empero, algunos sectores “progresistas”, a base de presión, han conseguido cambios importantes. Ellos lo llaman democracia, avance, libertad, respeto a los derechos humanos, tolerancia. En esa vertiente, no dejan de pugnar por que las parejas de homosexuales accedan al derecho de adopción, mirando únicamente a un deseo de adultos, no al interés de los niños, que por su vulnerabilidad, inconsciencia e inocencia, deberían ser los más protegidos.

Algunas modificaciones legales han partido de programas públicos que miran a detener la tasa de crecimiento poblacional y a proteger la salud. Una evidencia es la iniciativa que esta semana debe ser aprobada para legalizar el uso de la marihuana con fines medicinales.

Conocida la postura del PAN sobre la defensa, incluso dogmática, de los principales valores humanos y que data de su nacimiento en 1939, y la de la Iglesia, desde su propia fundación, el electorado encontró una coincidencia coyuntural­ electoral contra la propuesta presidencial que la inconformó y la uniformó para ir a sufragar.

Pero eso no quiere decir que quienes cruzaron las boletas por los panistas, sobre todo a las gubernaturas, sin que eso implique que no hay excepciones, sean de antigua o nueva militancia. Asumirlo axiomáticamente y empezar a cantar victoria para 2018 es una exageración. 

Entrada en la edad de la razón electoral, la inteligencia ciudadana está determinando quién no debe gobernar. Seguramente lo hará con más amplitud, precisión y contundencia en el porvenir inmediato. Por su decisión, encumbrará a quienes crea que pueden hacer un mejor papel, no por un discurso infundado y triunfalista.