18 de Abril de 2024

-Los bajos de Tuxpan 

Por Nancy Jácome

Es una pena que diga esto, pero lo voy a tener que admitir para que comprendan por qué este fin de semana me sentí tan victoriosa. Yo les he dicho que para vacacionar nosotros, a diferencia de otros, no necesitamos salir de casa y eso es en efecto muy cierto, no pudo ser más cierto como este sábado.

Aunque tengo el mar muy cerquita, yo siempre he ido a la playa, y aunque llego a lo profundo, porque eso sí, me enseñaron a flotar, no sé nadar. Es una pena que admita esto siendo de Tuxpan, con tres albercas en una Unidad Deportiva, un río y 42 kilómetros de playa, pero así es. Por tanto, aunque me hacía ilusión ir al mar, sólo lo disfrutaba por encimita.

Así que fui con gente que conocía muy bien el mar; el año pasado tuve la oportunidad de conocer a Gabriel Gómez, un buzo que durante mucho tiempo trabajó para PEMEX y que hoy con sus hijos se dedica a hacer expediciones en el mar (Shark Dive Club); él cuenta con una gran colección de conchas y caracoles extraídos de las aguas del Puerto y otras más que ha conseguido de otras varias del mundo, pero sin duda, lo más interesante que tiene son las botellas de cristal hechas a mano y basura que ha quedado de barcos encallados y hundidos en las profundidades del mar.

No crean que llegué muy lejos, sólo fui a “snorkelear” al bajo de Tuxpan, el más común y donde llevan a los turistas, pero fue un reto porque llegué sin saber nadar y me fui dominando las aletas y temiéndole un poco menos al mar.  

Como nadie me quería acompañar, me conseguí sólo una amiga intrépida que tampoco sabía nadar, pero acatamos las indicaciones que nos dieron; como está bajito dejamos de tener miedo, y cuando llevaron a la otra parte del grupo a bucear, pues nos aventamos de nueva cuenta agarradas de un salvavidas, con nuestros respectivos chalecos y los visores para ver bajo del mar.

Ahora sí, ambas queremos aprender a nadar y tal vez un día nos atrevamos a bucear. Pasé una jornada de ocho horas por un costo de 500 pesos y más el costo de mi respectivo lonche. Podría haber pagado un poco menos, tal vez, pero la verdad me fui con gente con la que sabía iba a estar segura en un mundo que yo no conozco, ¡hay que tenerle respeto al mar!

Espero algún día aprender a bucear y acompañar a Gabriel Gómez en busca de esa avioneta que encontró hundida; en busca de los restos de ese barco de madera que alguna vez pasó por Tuxpan y nunca pudo irse; quiero visitar esta tumba que dicen que está en el fondo y que pertenece a un veterinario de Monterrey que amaba el mar y que sólo con GPS logran ubicar.

Quiero que de verdad ustedes también se animen a conocer más del mar, porque ahí abajo hay mucho más de lo que las fotos nos muestran y porque es la oportunidad de que conozcan qué tan lejos pueden llegar; somos porteños y la mayor parte de nuestra vida la vivimos como ciudadanos que sólo tienen el centro de la ciudad para pasear.   

Este año ando retándome un poco más a mí misma, espero hacer que ustedes se reten a sí mismos a descubrir todo lo que tiene Tuxpan. Hasta la próxima columna.