23 de Abril de 2024

Por NINA SALGUERO 

Yo no digo que no, es más, siempre lo soñé, siempre lo anhelé, pero cuando llega la famosa equidad de género, veo con tristeza que competir por lo mismo ha hecho que “los amantes a la antigua” vayan desapareciendo poco a poco, ¡eso sí!, queremos que nos abran la puerta del auto, nos separen la silla en un restaurante, se levanten de su asiento cuando nos vean entrar y, ¡oh!, resulta que poco a poco ese espécimen de hombre atento se extingue lentamente.

Creo que los varones y las mujeres han confundido la idea de ser caballeroso y ser femenina, nada tienen que ver con la igualdad de género, sino a la igualdad social en cuanto a nuestra sexualidad, es decir, las mujeres pueden incursionar en labores que antes estaban destinadas al llamado sexo fuerte, pero he conocido talentosas mujeres que me han dejado con el “ojo cuadrado”, pues construyen casas, saben realizar instalaciones eléctricas y un sinfín de actividades que antes eran destinadas al varón; la equidad está estrechamente ligada a la justicia; lo que busca la equidad es la igualdad, la no discriminación por el hecho de ser mujer, tener derecho a bienes y servicios y, sobre todo, a alcanzar para siempre los privilegios que ha tenido el ente masculino.

La igualdad de oportunidades debe ser la constante en todos los ámbitos, tanto en el laboral como en el político. Somos sexualidades distintas; la equidad de género es un arma de dos filos cuando ésta no se entiende como tal. “ Un dedo no hace la mano, ni una golondrina al verano”, me refiero a que no todas las mujeres son iguales cuando llegan a obtener el poder, no generalizo, al contrario, sostengo que existen mujeres que comprenden cuál es la equidad de género y se sensibilizan ante sus congéneres, otras, sin embargo, cuando obtienen en poder, tal parece que se vuelven enemigas de las mujeres, llenas de miedo, se vuelven feministas dejando de lado la gloria de ser mujer, para parecer más una mujer de pelo en pecho que una mujer femenina luchando por obtener una paridad en la vida económica, social y política de su entorno; igualdad de oportunidades y de condiciones que hagan de los dos géneros no un enfrentamiento injusto, sino una colaboración necesaria para el crecimiento de su municipio, entidad y país, cada cual con las capacidades para las cuales ha sido dotado. Emma Watson, feminista, declaró, “me he dado cuenta de que luchar por los derechos de las mujeres, a menudo nos convierte en sinónimo de que odiamos a los hombres. Sólo sé que algo es cierto, necesitamos detener estos pensamientos”. 

El feminismo bien entendido luchará por obtener beneficios que los mismos gobiernos ofrecen. Tanto la mujer como el hombre poseen talentos que un Gobierno justo aprovechará para garantizar un estado con oportunidades de desarrollo pleno; habrá mujeres que deseen permanecer en sus hogares cuidando los primeros años de sus hijos, y colaborará así con la economía del hogar, prescindiendo de la trabajadora doméstica; por otra parte, quizá la trabajadora doméstica encuentre que la experiencia adquirida como tal le haga pensar en una pequeña empresa familiar; todo es cuestión de enfoque, pero mis queridos lectores, ¡qué bonito se siente cuando un hombre tiene atenciones!, que siga teniendo detalles, pero creo que hemos malentendido nuestros roles; seguimos siendo seres espirituales y la espiritualidad en la política y en la vida diaria es necesaria para poder entender a nuestros conciudadanos; ser espiritual no significa estar dándose golpes en el pecho, ¡no!, ser espiritual es estar convencido de que las situaciones se pueden cambiar en un país, es darle libertad a las conciencias y mantener la convicción de que los vínculos de los papeles históricos de la mujer y del hombre, así como de sus sexualidades, siguen firmes, que somos complemento. La espiritualidad no es religión, sino un modo de ver la situación de los pobres, si usted siente compasión por alguien, es su espíritu quien lo mueve a la sensación de incomodidad ante una injusticia, y eso mismo hará que el buen político promueva en razón de justicia la equidad de género, respetando el papel histórico de cada sexo y buscando para ambos una igualdad que no afecte su propia naturaleza.