-“¡Diles que no me maten!”
Por Nancy Jácome
Un amigo egoísta y uno envidioso, así retrata más o menos el escritor mexicano Juan Rulfo a sus personajes Juvencio Nava y a su compadre Lupe Terreros en el cuento “¡Diles que no me maten!”.
Y es que aunque el cuento es muy pequeño, encierra ese ambiente de pueblo en el que las diferencias se resuelven a machetazos. Así, pues, en una sequía, Juvencio le pidió a su compadre permiso para que su ganado pasara a comer a su terreno; Don Lupe se negó.
Y Juvencio, que vio un pasto verde y listo para ser devorado por sus animales, decidió abrir la cerca y dejar a su ganado pastar. Don Lupe mandó a cerrar la abertura de la cerca y Juvencio en las noches la volvía a abrir.
Así estuvieron, hasta que Don Lupe amenazó a Juvencio con matarle un animal si no se calmaba y, así, Juvencio lo retó. Un día se hicieron de palabras y Don Lupe amaneció muerto. Desde entonces, Juvencio comenzó a correr por su vida: primero pagó para que no lo atraparan, después pagó para que le avisaran cuando llegara la Policía y así él se echaba a correr para el monte, donde pasaba varios días.
Así fue durante muchos años, hasta que un día, en su vejez, llegó un General que lo mandó a apresar y a fusilar. Era un hijo de Don Lupe.
Para mí deja un claro mensaje: podrás librarte del castigo por tus malas acciones en un momento dado, pero éstas te alcanzarán y te pasarán factura. Así le pasó a Juvencio Nava, que llegó a viejo, cansado de huir, pobre y asustado. Un cuento muy pequeño, con una gran carga de significados.