24 de Abril de 2024

-Competencia o guerra

Por Julio César Vega Olivares

Hay quienes califican a la política como una guerra y no como una competencia democrática, que se expresa en las elecciones, y con ello justificar algunos hechos, por aquello de que “en el amor y en la guerra todo se vale”, y “el fin justifica los medios”, y bajo esas premisas, las conductas ilegales, faltas de ética, corruptas, violatorias de la legalidad, codazos, empujones, golpes bajos, desprestigio, etcétera, se justifican. Asimismo persisten en considerar que, como en toda guerra, “la primera baja es la verdad”, pues la verdad deja de ser sustento de programas, promesas y demás asuntos que a  toda campaña política deberían acompañar, además se dice que “la primera regla es que no hay reglas”.

Así que, de acuerdo a estos criterios, en la contienda electoral se vale todo y hacia allá se orienta la propaganda política: spots de televisión y de radio, donde se realizan linchamientos mediáticos, juicios sumarísimos, y la condena inmediata, donde la voluntad y la opinión popular es irrelevante; todo esto parece la media nacional.

Parece además que entre más grandes son las mentiras en los discursos, más creíbles parecen, y la lógica, el sentido común y el buen juicio, parecen inexistentes.

El voto compulsivo y no razonado ha sido la simiente de los resultados electorales, y de las condiciones sociales del pueblo mexicano, como consecuencia más visible.

Debe quedar muy claro que las elecciones no son una guerra, son un acto democrático, una competencia, donde los candidatos deben sujetarse a las reglas electorales, que toda competencia tiene.

Los partidos ahora se adaptan a las condiciones electorales actuales, y acuerdan y modifican sus reglas electorales a fin de adaptarse a los nuevos tiempos políticos, en la forma y fondo en que estos cambios convengan a sus intereses como partido.

Ahora es tiempo de ajuste, así lo definen algunos partidos. El PRI, el principal partido nacional, reestructura su política electoral; sin duda, Manlio Fabio Beltrones y Carolina Monroy son personas de gran inteligencia, y promueven cambios que parecen muy acertados. En su XXXV reunión extraordinaria del Consejo político nacional, celebrada el sábado pasado, encaminada a preparar a su partido no sólo para el 2016, sino con miras al 2018, se tomó una decisión que quizás es lo más destacable, pues es algo sin precedentes, que aplaudimos a Manlio Fabio Beltrones y a Carolina Monroy; se refiere específicamente a la apertura del PRI a la sociedad civil. Reconozcamos que el PRI se había comportado como una entidad cerrada y arrogante, así que se aprueba, de conformidad a lo previsto en el Artículo 166 de sus estatutos, la participación de ciudadanos simpatizantes en los procesos internos, para la selección y postulación de candidatos  en los procesos electorales 2015-2016, de aquellas persona cuya fama pública o prestigio se encuentren por encima de la de los militantes que aspiren al mismo cargo; también se refrendó la política de alianzas del partido. Eso hace al PRI un partido más competitivo.

El PAN también hizo su asamblea nacional extraordinaria, la XVIII. En el presídium estuvieron muchos conocidos; destacó la presencia de Felipe Calderón y Margarita Zavala. Los panistas identificaron a sus enemigos: el PRI y Andrés Manuel López Obrador; el PAN jura y se manifiesta convertido al centro (si pudiera existir en política), nada que ver con la derecha. Parecen  olvidar  las políticas de Gobierno de Calderón y la enorme corrupción que encabezó. Ricardo Anaya se salva; parece bien intencionado, aunque su sistema anticorrupción parece de salva y que lo dispara Ambrosio. Ahora se eleva a rango estatutario la Comisión Anticorrupción, y también adecuó la transparencia, a fin de que su partido cuente con órganos para este efecto; se creó la Comisión de Justicia Nacional, y la Comisión de Orden se convierte en la Comisión de Orden y Disciplina, además de que en materia de equidad de género, todos los órganos colegiados estarán integrados mitad por mujeres y mitad por hombres.

Ricardo Anaya, en su discurso, alertó que: “La división panista es la mejor receta para la derrota”; Calderón, sin embargo, hizo algunas propuestas que parecen importantes, por ejemplo: que se ciudadanice al partido, en consonancia con los tiempos, y no sólo se proponga a puestos de elección a quienes manejan grupos internos, y revisar y actualizar el padrón de militantes. Bueno, cuando estuvo en un lugar de decisiones, no hizo nada. Y luego Ricardo Anaya, al criticar el trabajo de las autoridades federales en seguridad y empleo, dijo que cuando visita comunidades, la gente a su paso le dicen: “Extrañamos al Presidente, estábamos mejor, mucho mejor con Felipe Calderón”, y concluyó que “por el bien de México, ni más priismo de los viejos vicios, ni el estatismo depredador de López Obrador”. Pero López Obrador no ha sido Presidente y cuando fue Jefe de Gobierno, no estatizó nada; estatizó más Fox, que expropió el cerro del Chiquihuite, los terrenos de San Salvador Atenco, para construir el aeropuerto, y también los ingenios, así que no somos ingenuos, Ricardo.

Por su parte, el PRI parece renovado, fuerte, actuante, dispuesto al cambio, la experiencia de Manlio Fabio Beltrones y Carolina Monroy es muy valiosa, para su partido y para México.

El PRD, con Francisco de Asís Basave, muy prudente y mesurado, pero algunos perredistas denominados “Los Chuchos” declaran sin mucha prudencia, pues  sus opiniones sólo sirven para pelear luchas que no son suyas, y enrarecer el clima político;  toda expresión visceral es mala, porque no está expresada por la razón, sino por las pasiones humanas más indeseables.

 

Estoy convencido de que desprestigiar para prestigiarse es mala política, creo que se debe hablar haciendo, y construyendo un proyecto de país adecuado a las necesidades nacionales, quitar la paja y dejar el grano, para construir un país con una nueva visión de honestidad, y de compromiso con México y con nadie más, como lo hace el Presidente Enrique Peña Nieto.