16 de Abril de 2024

-¿Libertad, Igualdad, Fraternidad?

Por Rubén Pabello Rojas

Como consecuencia del absolutismo y tiranía, en 1789 estalla en Francia lo que habría de ser un movimiento popular contra la monarquía que, en forma cruenta, cambió el régimen sociopolítico de esa nación y lanzó al mundo occidental un nuevo patrón de pensamiento y, con ello, la modificación de los métodos de Gobierno, orientándose a un, para entonces, lejano sistema democrático.

“Libertad, Igualdad, Fraternidad” fue el lema de la Revolución que tomó signo de proclama para sintetizar los ideales de una nueva época política. Francia, en el centro de la Europa continental, siempre fue referente de, prácticamente todos los movimientos sociales, culturales, económicos, políticos y bélicos de ese continente.

Hacia 1951, después de los estragos de la Segunda Guerra Mundial, forma con su enemiga, Alemania, en París, la primera gran unión, en la paz: el Tratado del Acero y el Carbón, creando lo que sería el germen de la Comunidad Europea, después en 1992 la poderosa Unión Europea.

El devenir de la Unión Europea ha estado matizado de fuertes altibajos. En 2000 no pudo concretar lo que fue un proyecto sumamente ambicioso, la Constitución Europea, que falló precisamente por la oposición de Francia, como cuando Francia, en la época  de Charles de Gaulle, también se opuso a conceder ventajas especiales a Inglaterra. La postura francesa siempre ha sido peculiar, por así llamarla, cuando no cargada de discolería.

La France, como es su nombre oficial, nación colonial en África: Argel, Marruecos y otras partes del mundo, tuvo que desprenderse paulatina pero forzosamente de casi todas sus colonias o permitir cambios en sus gobiernos, perdiendo su hegemonía sobre éstos. Sin embargo, debió admitir ciertos derechos de los países liberados.

Hoy lo que representa el mayor reto de toda Europa es la inmigración imparable de grandes corrientes de desplazados y menesterosos que, por conflictos bélicos y pobreza de sus pueblos, buscan el refugio y la salvación en tierras del viejo continente. El paisaje humano de las grandes ciudades europeas ha cambiado; por sus calles discurre una gran cantidad de euroafricanos, asiáticos, árabes, que con sus vestimentas de origen, pincelan la realidad que viven los países que tienen que admitir en su sociedad etnias y costumbres ajenas que, en aras de los Derechos Humanos, tienen que tolerar sin aceptar totalmente.

Ello constituyó una corriente legal  de migrantes provenientes de los países liberados, pero cuyas siguientes generaciones, ya nacidas en Francia, habían asimilado gran parte de la cultura gala, principalmente su idioma. Es así como se produce una masiva inmigración de países norafricanos y de otros países del siempre conflictivo Medio Oriente. La población inmigrada crece y las siguientes generaciones ya son de ciudadanos plenamente franceses nacidos en su territorio. Sin embargo, no renuncian estos núcleos, hasta cierto punto extraños, ni a su cultura ni a su religión, formándose en la práctica una comunidad distinta dentro de la nacional.

Francia debe mantener una estrategia afín a los intereses de sus aliados y a los de la Unión Europea, que le obligan a una política poscolonialista nacida de intereses económicos sobre sus antiguas posesiones, a las que somete, no por la diplomacia, sino por actos forzados muchas veces belicosos.

Se gesta un resentimiento cercano al odio entre los actores irreconciliables y son los fundamentalismos religiosos, de trasfondo político, lo que lleva a atacar a su población y territorio por una fuerza externa, el neo-Estado Islámico, que cuenta con aliados yihaidistas, de origen musulmán pero de ya adquirida nacionalidad francesa. Trágicas consecuencias se producen en los ataques terroristas del viernes 13 de noviembre, que dejan gran cantidad de victimas mortales y heridos, pero sobre todo el temor y miedo justificado de la población parisina, víctima del ataque.

El terrorismo es un fenómeno que ha cobrado muchas víctimas en diversos países: Estados Unidos, España, Inglaterra y ahora Francia. Tiene características nuevas, obviamente por la ejecución de nuevas reglas y nuevos instrumentos para realizarlo. Desde luego, todo acto de esta naturaleza es altamente censurado e injustificable, y hay que volver la mirada a las víctimas de bombardeos y actos inhumanos de guerra en las naciones árabes.

Los conflictos actuales no son nuevos; baste recordar las Cruzadas contra los “infieles” en plena Edad Media, donde los reinos cristianos europeos atacaban en sus territorios a los que no comulgaban con su religión.

El acontecer de estos días no es nuevo, se actualiza. En el siglo XIX ya Europa se enfrentaba a conductas agresivas del exterior y planteaba en sus leyes penalizar acciones contra el Estado francés. José Vicente Concha, jurista colombiano, en su Tratado de Derecho Penal, publicado a principios del siglo XIX por la Librería Paul Ollendorff de París, analiza lo que entonces se consideraba como “anarquismo”, que puede considerarse el antecedente técnico, desde el punto de vista del Derecho Penal, del “terrorismo”  actual.

Dice el autor (páginas 196 a 200) que Francia, en su Código Penal de diciembre de 1893, castiga la inteligencia entre individuos para cometer actos anarquistas, propaganda, discursos y acciones tendientes a producir anarquismo. Italia sanciona la preparación, instigación, ejecución y apología del anarquismo. Suiza en su Ley Penal, de junio de 1894, sanciona a quien enseñe a fabricar o fabrique explosivos con el fin de atentar contra personas, propiedades o bienes públicos.

Inglaterra en su Ley punitiva del 10 de abril de 1883, penaliza a quien cause daños o víctimas por medio de explosiones, a quien las fabrique o almacene. En España, Alemania y Austria se sigue en esos años el mismo patrón contra el anarquismo, comparable al actual llamado terrorismo.

Sean cuales fueren los antecedentes de este complejísimo, dramático e inaceptable fenómeno antisocial, lo cierto es que la orgullosa Francia, cuna de la Ilustración, de la gran Revolución, de la proclamación de los Derechos del Hombre, paradigma de un pensamiento ideológicamente decantado, es hoy flagelada como reversión de todo lo que  acredita su doctrina social y política.

 

Paradójicamente sufre su pueblo ausencia de libertad, de igualdad interna y la fraternidad es un mito. Días tristísimos para la antigua Lutecia; París, refulgente Ciudad Luz, hoy injustamente castigada y humillada.